El jardín de este palacio, en el centro histórico de Sintra, cerca de Lisboa, no sólo es un espacio donde regalarse la vista sino que su planeamiento tiene un significado que supera lo meramente estético. La mayor parte de la Quinta se terminó en 1910.
Construido en la ladera de una colina, en su parte baja es casi un jardín clásico pero según se sube la cuesta se hace mucho más salvaje, hasta parecer un bosque virgen.
Ningún camino conduce a ningún sitio en particular, es la forma de disfrutar de la naturaleza teóricamente virgen. Sin embargo, son caminos con sentido, llenos de sorpresas, grutas con agua, conjuntos escultóricos, una capilla …
La opinión general de los visitantes es que a la Quinta hay que ir con linterna, la mejor manera de demostrar que no se ha entendido nada del espíritu del jardín.
Si vais sin linterna os encontraréis en algún lugar con un túnel excavado en roca que después de un largo trayecto de desorientación os sorprenderá con una claridad tenue.
Descubriréis un suelo iluminado que tiene incrustada la cruz templaria y que es el fondo del pozo iniciático, con una escalera de caracol con igual número de escalones entre igual número de descansillos, con salidas a otros túneles, y en lo alto, la luz del sol.
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